Por Jorge A. Cash Sáez
Abogado
Soy cristiano. Formado en los valores y principios del humanismo cristiano. En consecuencia, la culpa surge como compañera natural de la tarea política, deformando quizás lo que debiese aflorar espontáneamente, producto de la observación permanente de la realidad, y muy especialmente, de las condiciones de quienes viven en la más absoluta marginalidad y abandono.
Del mismo modo, formo parte de una generación que bordea los 40 años, de activo compromiso partidario, de sólida formación política y profesional. Sin embargo, y con honrosas excepciones, profundamente desconectados con lo que está pasando realmente en Chile. Muchos de nosotros fuimos candidatos y muchos fuimos ampliamente derrotados.
En mi caso, como candidato a constituyente por el distrito Nº 9 de la Región Metropolitana, que comprende a las comunas de Renca, Conchalí, Huechuraba, Quinta Normal, Cerro Navia, Lo Prado, Independencia y Recoleta, simplemente me quedé sin argumentos. No fue un asunto de culpa.
Fue constatar la existencia de ciudadanos que viven en condiciones infrahumanas, desechados por las instituciones, públicas y privadas, que han asentado culturalmente una renovada conciencia de clase y que se expresa en concreto, en una fractura de confianza con el orden institucional vigente. Lo anterior, ha dado lugar a un desarrollado sentido de “autotutela”, facilitando casi con alfombra roja el ingreso del narcotráfico, prestamistas y otros grupos delictuales abocados estratégicamente a satisfacer necesidades públicas.
La realidad descrita, explica en buena medida la “limpieza” y reemplazo drástico de las estructuras y lógicas poder fijadas con posterioridad a la Constitución de 1980 que tuvo lugar en las denominadas “mega-elecciones”, al mismo tiempo, que permite predecir la sustitución de instituciones políticas críticas que nos han acompañado desde Portales a la fecha.
Surge en consecuencia, la necesidad de comprender el resultado electoral, no desde la lógica del debilitamiento de los partidos tradicionales ni mucho menos de sus fuentes de pensamiento e inspiración histórica, sino más bien, desde la insondable desolación de millones de chilenas y chilenos que simplemente no esperaban nada de la política. Así, el problema no era el manejo de las expectativas, el punto es que simplemente no existían expectativas.
De este modo, es trascendental, imperativo y definitivo para cualquier fuerza política, más o menos tradicional, que realmente se proponga mostrar un camino serio de reforma, conducción y gobierno, una ponderación urgente y responsable de los hechos electorales del pasado 15 y 16 de mayo, en el marco, claridad y entendido que “el pueblo” nada espera de nosotros.//ELF
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