EDITORIAL
Lo del domingo 7-M fue el último mazazo.
El primero fue el 4 de septiembre del año pasado. El que vivimos hace algunas horas es el ultimo mazazo para cerrar un ciclo político que salto a nuestras vidas con el estallido social de octubre del 2019.
Para algunos es una forma pendular de movernos como ciudadanos, desde las expresiones libertarias y rebeldes de millones en las calles hasta el triunfo aplastante del Partido Republicano, un partido extremadamente conservador, que fue capaz de leer los miedos que la inseguridad y las crisis migratorias provocan en la gran mayoría de chilenos.
Así como para el segundo gobierno de Bachelet, el fin político estuvo amarrado a las estupideces de su hijo. Así como el gobierno de Piñera dos, finalizo entre quemas de metros, saqueos y la revuelta popular; así, el gobierno de Boric finaliza con la derrota de plebiscito de un nuevo texto constitucional. Los últimos tres gobiernos, digámoslo con claridad, no han tenido capacidad política para terminar sus periodos.
Entramos en tierras oscuras e inciertas, donde lo más probable es que nos encontremos a fin de año con un nuevo proyecto constitucional, nuevamente, rechazado y con un país donde las grandes mayorías políticas son la nueva extrema derecha y el Frente Amplio gobernando ya sin gobernar.
Y donde la paradoja más increíble de todas es que terminemos teniendo como constitución, aquel texto originado en la dictadura cívico militar que apostamos durante décadas de nuestra historia nacional borrar de la faz de este territorio.
Mazazo. No hay otra distinción que lo pueda expresar mejor. //ELF
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