Por Andrés Palma
Economista y militante de la Democracia Cristiana (DC)
Patricio Escobar ha publicado un artículo en La Mirada Semanal con el título: “El ocaso de la DC”.
Su análisis intenta ser una mirada desde la estratificación social, poniendo énfasis en el rol que la democracia cristiana jugó para interpretar a la clase media. Todas las visiones nos aportan elementos para entender la crisis de nuestro partido y de la política y las instituciones.
Creo que ninguna sola, por sí misma, es completa o real. Así, entiendo la visión de Escobar cómo lo que es, no más que ello, una reflexión más sobre la crisis, pero que supera la interpretación de ella como el resultado casi exclusivo de la pérdida de la fraternidad o los conflictos de poder. Sostiene Escobar que en su etapa de crecimiento, y antes de llegar al gobierno, “la DC leía adecuadamente su segmento social de referencia” (la clase media o las clases medias).
Afirma que la irrupción de la democracia cristiana en la vida política chilena “fue obra de una generación que supo leer el espíritu de su época y forjar una identidad alrededor de ese sector social de dinamismo ascendente”, para luego, cuando ”la clase media comenzó a percibir el agotamiento del modelo de sustitución de importaciones… adhirió con fuerza al ideario reformador de Frei Montalva”.
Sin embargo, afirma Escobar, las clases medias son volubles y, así como apoyaron a Frei Montalva, luego se volcaron hacia Allende y más tarde a Pinochet, hasta “cuando los horrores de la represión la incomodaron y la crisis de inicio de los años 80 la empobreció de manera importante”.
Este comportamiento líquido continuó durante la transición y hasta ahora, determinando que “el derrotero seguido por la DC es el resultado de la transformación social que ha experimentado su sector social de referencia”, solo que ahora es la DC “una organización incapaz de leer el espíritu de su época y los anhelos y temores de su grupo de referencia, aquel que le da sentido y razón de ser”.
Doy por sentado que es efectivo que la DC ha sido incapaz de leer el espíritu de la época, lo que se refleja en la pérdida de apoyo electoral, especialmente en los grandes centros urbanos, y en su virtual desaparición en los espacios de las organizaciones de jóvenes, profesionales y trabajadores, en los que basaba su fuerza y su capacidad de renovación. Adicionalmente destaco algo que está ausente en el análisis de Escobar la importancia que tuvo el campesinado en la fuerza política de la DC, principalmente como resultado de los procesos de reforma agraria y de sindicalización y regulación de la jornada de trabajo en el sector agrícola. Los cambios en la forma de vida y de producción del sector rural, y la acelerada urbanización de la sociedad han provocado una virtual desaparición del campesinado, con impacto evidente en el principal partido que los representó.
No obstante, el peso del mundo rural en la DC se refleja aún en su presencia electoral: los alcaldes DC son principalmente de localidades rurales, y la DC está casi ausente en el Norte Grande, donde solo tiene un parlamentario y -además- un número exiguo de Consejeros Regionales. Algo similar ocurre con la presencia del mundo popular poblacional en la fuerza electoral y política de la DC, que si bien Escobar lo menciona como parte de la obra del gobierno de Frei Montalva no le atribuye la importancia que tuvo. Como efectos de la Promoción Popular se generó un movimiento social que sobrevivió a la dictadura, muchas veces con el amparo de la Iglesia católica, y fue parte del activo movilizador de la política en la recuperación de la democracia.
La presencia DC en ese mundo fue muy relevante, como quedó demostrado en las elecciones nacionales y locales de inicios de la transición. Sin embargo, en parte por las exitosas políticas de la Concertación, pero también por la transformación cultural vivida por el conjunto de la sociedad y por la penetración del narcotráfico, ese movimiento y esa fuerza se diluyeron, con un costo en calidad de vida que hoy sufre el país, y pérdida de representación de la DC en dicho mundo, cuya evidencia mayor se da en la Región de Santiago. No obstante, el tema del análisis en base a clases, y enfatizando lo que ha ocurrido con los sectores medios en nuestra sociedad, no parece baladí. Es un tema que está siendo analizado por muchos autores y autoras, especialmente dado el hecho que muchos no vieron venir el estallido de octubre.
Efectivamente, quienes participamos en las multitudinarias manifestaciones pudimos constatar que eran principalmente sectores medios los que ahí estábamos, independiente de que luego, en la medida que grupos violentos y radicalizados fueron apropiándose de los espacios, las clases medias abandonaron las manifestaciones. Esos sectores, desde comienzos de siglo han venido tomando distancia de los partidos políticos e identificándose con la categoría "no expresa posición" en las encuestas.
Esto también se ha expresado en las elecciones: Parisi, el candidato anti-política y anti-partidos ha resultado tercero en la última elección y en las dos que se ha presentado ha superado a la opción de centro (DC) por casi tres veces. Es necesario estar abiertos a entender lo que ocurre en la sociedad para poder realizar propuestas que conduzcan el cambio. De lo contrario ocurrirá que el cambio lo conducirán otros o, lo que es más peligroso aún, caeremos en el populismo de repetir lo que digan las encuestas para hacerse del poder. Para eso está el PDG. Es un hecho también que la DC enfrenta un momento de ruptura, y para muchos de los que se van y de los que se quedan, la DC estaría recorriendo el camino de quienes se fueron al MAPU. Política y socialmente no hay similitud entre el momento que vive Chile hoy con el que vivió a fines de los años 60 y comienzo de los 70 del siglo pasado, y tampoco lo es en el interior de la DC.
Los que hoy rompen (o se declaran en estado de reflexión) acusando una izquierdización del partido dan pasos hacia la derecha. Parece una izquierdización, pero no lo es. Primero porque, si mantenemos la lógica de izquierdas y derechas sin otorgarle mayor contenido, ocurre que la derecha chilena es tan extrema que cualquier propuesta de cambio le parece izquierdista.
Segundo, porque si analizamos los contenidos que fundamentarían esa acusación, sería ser de izquierda levantar propuestas contenidas desde años en los programas de la DC, como las reformas tributarias, de pensiones y otras, o la Revolución de la Dignidad que proponía el último programa partidario. Por eso duele la ingenuidad con que, con el argumento centrista, algunos camaradas y ex camaradas dan pasos a la derecha. Pero esa discusión lleva a reflexionar sobre el Centro, y si la DC es un partido de Centro. Un partido que se define “de centro” es un partido que carece de doctrina o que, si la tiene, la administra en función del acceso al poder.
Desde la Falange Nacional y la fundación de la Democracia Cristiana, sin definirse como confesional, la DC ha declarado que su inspiración fundamental se encuentra en la Doctrina Social de la Iglesia.
Es el discernimiento en base a esos principios lo que la ha llevado a tomar posición y a construir propuestas para el país, las que no siempre han sido acogidas como ocurrió para el plebiscito del 4 de septiembre pasado. La incapacidad de hacer un proceso de renovación del pensamiento, que debiera estar basado en las últimas encíclicas papales como Laudato Si y Fratelli Tutti, entre otras, ha permitido que las corrientes centristas dominen la conducción del movimiento en una lucha más por el poder que por diferencias ideológicas. También ha influido la crisis de la Iglesia Católica chilena, que prácticamente ha abandonado la formación y reflexión sobre la “cuestión social”, que tanta falta hace, frente al individualismo predominante.
En el libro "Ignacio Palma Vicuña: Apasionado de Libertad", citando al creador de la Flecha Roja para explicar su sentido, dice que esta busca "representar el gran destino de nuestra patria... cruzada por barras que representan los obstáculos a vencer, obstáculos que son internos y externos", y más adelante se señala "la flecha que cruza las barreras de la izquierda y de la derecha se lee cómo un signo convencional para señalar lo distinto, para no identificarse en el espectro político ni de derecha ni de izquierda, superando las barreras de la pobreza y la injusticia" (pág. 68).
Si no nos identificamos con ese espectro, tampoco podemos ser de centro. Por ello don Jaime Castillo, nuestro principal ideólogo definió que la democracia cristiana no era un partido de centro sino uno “de vanguardia”, que no estaba por el equilibrio del actual orden social, sino por cambios profundos realizados en democracia El mismo libro, al analizar la ruptura de la Falange con el partido Conservador, agrega: "La principal diferencia con los conservadores radicaba en que la Falange apelaba a la tradición, ... pero no abogaban por la preservación de la sociedad, sino por su cambio. Era por tanto un movimiento de izquierda dentro del tronco conservador y católico, pues buscaba la transformación de la sociedad, en un sentido incluso revolucionario" (pág. 86).
Consecuentemente, más adelante, Frei Montalva encabezaría un proceso revolucionario democratizador y progresista: la Revolución en Libertad. Ser de centro equivale a renunciar a las transformaciones y pasar a administrar el orden establecido o, lo que es peor, actuar como bisagra para tener poder, pero nunca conducir.
En enero de 1991, Radomiro Tomic en una carta enviada con motivo de un debate similar escribió: "Pienso que debería ser absolutamente claro para todo demócrata-cristiano ... que la DC habrá perdido lo esencial de su razón de ser el día en que se sienta y se ofrezca como un mejor administrador del capitalismo. ... No se trata ... de declararse partidario de corregir "los excesos del capitalismo", pero no su racionalidad y estructura."
"Aunque sea por un lapso de algunos años denunciar por todos los medios la herencia mutiladora y enfermiza que nos legara la Revolución francesa ... que los chilenos están divididos y deben seguir estando divididos en Derecha, Izquierda y Centro; "facilismo" estúpido que consagra y legitima los antagonismos destructores de la unidad esencial que nace para todos de la condición de haber nacido chilenos."
El estar más allá de esa herencia mutiladora y enfermiza es lo que permitió que la DC fuera una fuerza revolucionaria nacional y popular. Cuando se transformó en un partido de centro comenzó su decadencia, cuando cundió el temor a la justicia y se optó por el orden del modelo, porque eso era el centro. No fue de centro el gobierno de Frei Montalva, y tampoco el de Patricio Aylwin. Fueron gobiernos de transformación social, política y económica que dieron respuesta a las demandas de los sectores medios y populares. La fuerza de la Democracia Cristiana no radicaba en ser de centro, sino en convocar a grandes transformaciones en democracia.
Fue la pérdida de ese sentido transformador, sustituido por quienes, desde la conducción y con distintos matices, quisieron y lograron transformar a la DC en un partido de centro, lo que ha llevado a la que fuera principal fuerza política del país sea incapaz de representar a los sectores que desean otro orden social, igual y más profundamente democrático.
En plena dictadura El Mercurio dedicó una editorial acusándome de no ser de centro, de no “guardar el medio entre los extremos". Le respondí: "Los extremos en este país se sitúan en la Democracia y la dictadura; la paz y la violencia; el respeto a los derechos humanos y su conculcación; la verdad y la mentira; la justicia y la injusticia; la libertad y la opresión. Ante cualquiera de estas alternativas me resisto enérgicamente a ser moderado, a guardar el medio entre estos extremos ...".
Y recordaba lo que en el Apocalipsis (3,15-16) se escribe a la iglesia de Laidicea: "Conozco tus obras y no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como estás tibio y no eres ni frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca". Conocen nuestras obras y nos están escupiendo de las urnas. Hay que dejar la tibieza. //ELF
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