Por Ernesto Moreno
Después del rechazo a la propuesta de nueva Constitución elaborada por el Consejo Constituyente en el reciente plebiscito del 17 de diciembre, pareciera darse una ocasión propicia para, con una dosis inevitable de auto referencia, relevar nuestro trabajo publicado el 6 de diciembre reciente y titulado “Justo y necesario” (Editorial Trayecto). Su tema central es desarrollar y fundamentar una revalorización y reivindicación del proceso y texto constitucional 2022 a cargo, en dicha oportunidad, de la Convención Constitucional.
El objetivo y motivación fundamental de este trabajo fue intentar aportar un grano de arena para cambiar, o al menos equilibrar un relato de nuestra historia reciente, concretamente, abrir un espacio para reprocesar y analizar lo ocurrido con el escrito elaborado a partir de una hoja en blanco y resultado de 359 días de trabajo de los convencionales entre el 2021 y el 2022. Nuestra búsqueda estuvo centrada en despojar la perspectiva y opinión “patentada” e instalada sobre este hecho inédito, despojándolo de cierto lodo, estigma y enjuiciamiento más bien ligero y, sobre todo, desinformado. Por cierto, no hemos intentado poseer la verdad, pero sí ejercer el sagrado derecho a dar otra versión y presentar otra mirada sobre un hito más que relevante y significativo de nuestra historia.
A través de una metodología simple, con dos hipótesis centrales y con datos e información de primera mano, esto es, lo que se llama fuentes primarias, se fue desarrollando la línea argumental que atraviesa nuestro trabajo, esto es, responder a la pregunta de ¿qué conjunto de circunstancias concurrieron y qué variables intervinientes incidieron para que una altísima votación en favor de un proceso constituyente y de una Convención Constitucional encargada de redactar un nuevo pacto social (plebiscito de octubre del 2020) terminara y diera lugar, paradójicamente, a una abrumadora mayoría que rechazó la propuesta de dicho organismo (plebiscito septiembre 2022)?
La respuesta a esta cuestión y sus implicancias obviamente sobrepasa con mucho las posibilidades de esta columna y los interesados la encontrarán en la publicación que comentamos, sin embargo, lo que sí se puede adelantar es que aquellas razones y causas que más se han vociferado y desplegado como explicaciones entre la ciudadanía, NO corresponden a las conclusiones de nuestra investigación. Esto es, en primer lugar, los convencionales no eran un conjunto de personas que junto “con dar espectáculo”, carecían de las competencias para un trabajo de tal envergadura, no estaban inspirados e influidos por experiencias e ideologías foráneas y mucho menos elaboraron una constitución partisana (expresión de un simplismo que linda con la ignorancia). En segundo lugar, tampoco estamos en presencia de un texto que no acogió las demandas de la sociedad, mal escrito y lleno de insuficiencias, sino que, por el contrario, la propuesta de nueva Constitución plebiscitada el 4 de septiembre del 2022, más allá de ciertas deficiencias y carencias que ciertamente contenía (la mayoría subsanables), a juicio de opiniones nacionales e internacionales, cumplía plenamente los standard democráticos y consagraba definiciones, normas y valores que abrían un espacio para que la sociedad chilena transitara hacia una democracia en que la dignidad de las personas, la justicia social, el rol protagónico de la ciudadanía, la solidaridad, el bien común y diversos derechos de las minorías estuviesen en el centro.
El mayoritario “en contra” a la propuesta republicana y derechista, deja al país en fojas cero respecto a la decisión ciudadana de una nueva constitución y pacto social que regule la vida entre nosotros, asimismo, las reivindicaciones del movimiento social de octubre del 2019 permanecen intactas y sin soluciones de verdad, lo que permite avizorar nubes de incertidumbre sobre el futuro de nuestra sociedad.
En este escenario y desde una perspectiva histórica, después de realizado nuestro trabajo y para decirlo de la manera más cruda y sincera, estimo que la no aprobación del texto de nueva constitución propuesto el 2022 por la Convención Constitucional, constituye una gran oportunidad “farreada” por la mayoría de la ciudadanía para iniciar un camino hacia una mayor y más profunda democracia. //ELF